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Destellos en Línea

Por: Servicios de Prensa Ultimo Diariomartes 25 de junio de 2013
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En muchos casos hacemos por vanidad o por miedo, lo que haríamos por deber.”.

Vivamos en un mundo más real

Uno de estos días, me encontré con un escrito, que sería demasiado egoísta si no lo comparto con ustedes, porque pienso que hay tantas personas viviendo en una vida que no les pertenece, que bien valdría la pena brindarles la oportunidad de reencontrarse con sus vidas reales, con las realidades que componen su entorno, sin vivir detrás de apariencias, de deudas y arrastrando sus hijos a ese mundo irreal de torpes y pasajeras vanidades. Lo comparto, a sabiendas de que corro el riesgo de que muchos se encuentren retratados o identificados con sus propias circunstancias, pero mi intención no es esa; sino  que corrijan a tiempo su falta de autenticidad y quizás complejos de inferioridad que los hace pensar que gastar lo que no tienen lo colocará en un lugar privilegiado en la sociedad.

Papá, somos pobres?....

“Mis padres siempre me inculcaron que una buena educación era muy importante, particularmente en un país como el nuestro en donde cada día hay menos oportunidades.

Por eso, cuando tuve a mi hija, con muchos esfuerzos la inscribí en una de las escuelas más prestigiosas de la ciudad. La colegiatura, en aquél entonces, en maternal, representaba casi el 35% de mi ingreso mensual neto.

Todavía recuerdo cuando hice números, y me di cuenta que a pesar de que tendríamos un flujo de efectivo negativo algunos meses, esto se compensaría con los bonos trimestrales que en aquél tiempo pagaba la empresa (no contemplé la posibilidad de no ganar alguno de ellos). Esto lo comento para que todos ustedes, mis lectores, puedan dimensionar la clase de esfuerzo que mi esposa y yo pusimos para poderle ofrecer a nuestra hija mejores oportunidades en la vida (o al menos eso pensábamos).

La escuela en cuestión realmente tenía un gran nivel académico. Desde ese punto de vista, era perfecta. Pero había muchas situaciones que la hacían un grave error.

Para empezar, todas las fiestas infantiles eran en salones de lujo, o bien en jardines de casas enormes en el Pedregal, con meseros, juegos inflables y puestos de comida tipo “kermesse”. En las fiestas infantiles casi no había papás: la gran mayoría de los niños iban acompañados de su nana y escoltados por su chofer.

Las reuniones de los padres de familia eran de cooperación (de 200 a 300 pesos por persona, pero de los de hace 10 años), con catering de algún hotel reconocido. Y por lo menos dos veces por semestre, las mamás del grupo se iban a desayunar a restaurantes de moda, en donde los temas de conversación eran la inutilidad de los maridos, o la terrible renuncia de algún miembro de la servidumbre. Mi esposa y yo siempre buscábamos la forma de estar presentes, aún con los estragos que esto hacía en nuestro presupuesto.

Para aquellos que piensen que estoy exagerando, puedo asegurarles que no es así.

En una ocasión, mi hija quiso invitar a un amiguito a la casa, lo cual sucedió a principios de enero. El tema de conversación de camino de la escuela al automóvil, fue acerca de qué era lo que habían recibido de navidad. El niño de 4 años comentó que había recibido un PlayStation 2 con 5 juegos diferentes, una televisión, un perro y un montón de ropa de ciertas marcas – mucho más que lo que había recibido mi hija.

Al llegar al coche, preguntó ¿qué  auto es este? Mi papá tiene un BMW y mi mamá tiene una camioneta Volvo, pero este no sé cuál es. Mi esposa manejaba, en aquél entonces, un Dart ‘82 (de esos que eran enormes, como lanchas, de 8 cilindros) que nos había prestado mi madre, herencia de mi abuelo. Un coche que tenía ya más de 10 años en ese momento.

En ese entonces vivíamos en un pequeño departamento de menos de 70 metros cuadrados, por lo cual mejor decidimos llevar a los niños de la escuela a un restaurante de hamburguesas con juegos infantiles, para que se divirtieran, y luego nosotros llevamos al niño a su casa.

Mi hija constantemente nos preguntaba por qué no tenía una nana que estuviera con ella, como sus demás compañeros. Le parecía extraño que su mamá estuviera con ella todo el tiempo.

En una ocasión mi hija de 4 años me hizo una pregunta que me partió el corazón, pero que me hizo reflexionar profundamente. Llegó llorando de la escuela, y exclamó:

Papá ¿Somos Pobres?

Le contesté: Hija, claro que no pero, ¿por qué dices eso? Con lágrimas en los ojos, respondió: en la escuela todos mis amigos se burlan de mí porque soy pobre.

Le traté de explicar que por el contrario: que no le faltaba nada: tenía casa, escuela, juguetes, todo lo que una niña como ella podría necesitar.  Le traté de explicar que en realidad ella era más rica, porque además de tener todo eso, tenía muchas cosas que sus compañeros no: a su mamá con ella todo el tiempo, que le preparaba su comida y jugaba con ella; que tenía a sus dos padres juntos (muchos de sus compañeros ya tenían padres divorciados) y un ambiente de armonía en casa; y que éramos felices.

Ella no parecía entender. No tenía nana, no tenía chofer. No podía tener una fiesta como las de sus amigos, y su casa era muchísimo más modesta. No tenía lo que veía “normal” en sus compañeros.

Era claro que mi hija, a su muy corta edad, ya vivía una contradicción. Ella estaba en un ambiente que claramente enfatizaba valores distintos a los nuestros, y que la confundía seriamente.

Obviamente, al terminar el año escolar la inscribimos en una escuela diferente, también de gran calidad educativa pero con un tipo de gente distinta: con una escala de valores más cercana a la nuestra.

Desafortunadamente, esta es la forma como mucha gente vive su vida, y por lo tanto su relación con el dinero. Se dejan llevar por lo que hacen los demás. No tienen objetivos en la vida, o si los tienen, éstos se contraponen totalmente con sus verdaderos valores. Y por eso fracasan.

El dinero siempre debe ser un medio que nos ayuda a lograr lo que verdaderamente queremos en la vida. Las posesiones materiales deben ser también un medio que nos ayuden a vivir mejor, jamás peor. Muchas personas no entienden esto: se endeudan para conseguir posesiones materiales (es decir, se crean un problema).

Un plan financiero se construye alrededor de nuestros valores: con metas y objetivos que estén verdaderamente alineados a ellos. Por ejemplo: tener un retiro cómodo, garantizar la educación de nuestros hijos, entre otras. Si la cultura forma parte de nuestros valores, un objetivo puede ser tener la oportunidad de viajar al extranjero cada cierto tiempo. Eso es lo que verdaderamente nos importa.

Obviamente tenemos que cuantificar esas metas en pesos y centavos: ¿cuánto nos cuestan, cuánto tenemos que juntar para lograrlas? y construir todo un plan de ahorro e inversión en torno a ellas. La planeación financiera personal nos ayuda a hacerlo.

Pero todo parte de nosotros mismos, lo que verdaderamente nos importa, y no del simple deseo de tener más que el otro. Es lo que nos permite tener una vida rica”.

¿Somos Pobres con lo que tenemos? ¿Qué piensas

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Que Dios les dé una feliz semana,  con abundantes bendiciones, salud y suficiente amor y alegría en el corazón para vivir cada día a plenitud.

 

 

Dulces Agustina
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